La verdad es que la historia de Air Doll parece digna de una secuela de la delirante Trilogía de Akihabara, con una muñeca hinchable que un día cobra vida.
Lo que ocurre es que esta vez, la película la ha rodado Kore-eda, por lo que delirante tiene muy poco. Kore-eda nos va trazando historias mínimas pero enormes alrededor de esa muñeca hinchable, mostrandonos personajes que están tan vacíos como ella. El director nuevamente nos hace un retrato de una sociedad deshumanizada, incomunicada, donde las vidas transcurren grises, pero que no por ello tampoco dejan de ser crueles. Kore-eda nos habla de la vida, de la muerte y nos enseña también que donde hay inocencia, tal vez pueda quedar esperanza.
Después de ese homenaje a Ozu que es Still Walking,, Kore-eda parece que se desmarca con una historia llena de fantasía, pero lo que nos muestra es un crudo reflejo de la realidad cotidiana de unos personajes que más que vivir, sobreviven, más por inercia que por otro motivo. Personajes que esperan que algo, tal vez una muñecha hinchable, los libere de sus propias miserias, en las que han acabado atrapados y de la que no pueden, o tal vez no quieran, salir.
Kore-eda nos deja otra muestra de su genialidad, una película llena de momentos memorables, en una historia que en otras manos hubiera resultado un ejercicio ridículo.
Acompañado de una banda sonora preciosa, Air Doll es una película que absolutamente nadie debe perderse.
Extraordinaria
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