jidaigekipedia.comLa edad del samuráiYa se conozca por Legend of the Taira Clan, Shin Heike Monogatari, El Héroe Sacrílego, o por el título que encabeza la reseña, estamos ante una de las películas más famosas de las ambientadas en el Periodo Heian. La dirige además Kenji Mizoguchi, y la protagoniza un Raizo Ichikawa que comenzaba su carrera cinematográfica. Se basa en la novela clásica de Eiji Yoshikawa, y es la segunda cinta más antigua a color que hay en mi filmoteca japonesa, sólo por detrás de Gate of Hell.
Sinopsis: Taira no Tadamori regresa victorioso de su última campaña militar en nombre del Emperador Go-Toba. A su llegada a la capital es recibido con indiferencia por parte de los nobles de la Corte, y además se ve obligado a bajar la cabeza ante los monjes del Monte Hiei. Viviendo casi en la pobreza, su hijo Taira no Kiyomori aguarda paciente la hora de poner a los samurái en el sitio que les corresponde.
Tales of the Taira Clan se sitúa cronológicamente antes de Gate of Hell y Warrior's Flute. Algunos de los eventos que narra se recogen en el primer capítulo del Heike Monogatari, y marcan la transición entre el Japón Imperial y el Japón de los samurái. Sería fácil concretar diciendo que nos encontramos en el año 1153 (muerte de Tadamori), pero está claro que Mizoguchi resume mucho en lo que parecen ser apenas unos meses, y no refleja el paso real del tiempo. Las rebeliones de 1156 y 1159 culminarían el ascenso del clan Taira.
Los escenarios, los cientos de extras, la banda sonora, y el vestuario, son ejemplos más que evidentes de que el director contó con los medios adecuados para rodar esta obra. Precisamente es la última categoría que menciono la que más he disfrutado a nivel personal, puesto que asistimos a un pedacito de la historia de la evolución de la armadura samurái. El desfile inicial muestra la convivencia de la impresionante o-yoroi (Tadamori) y la práctica do-maru (Kiyomori), que habría de mantenerse durante más de 500 años hasta que el periodo Sengoku seleccionó la segunda. Más curioso aún es el híbrido que viste Kiyomori durante el clímax, añadiendo una tsurubashiri (tela de cuero ornamentada) a su coraza.
La tensión del argumento la mantiene el triángulo que conforman la Corte Imperial, la secta Tendai del Monte Hiei, y los guerreros del clan Taira. Desde el año 970 los monasterios reclutaban hombres para defender sus posesiones, y lo que presenciamos aquí es una excelente muestra de la presión que ejercían. Siete u ocho mil monjes con naginatas desfilando por las calles de Kioto podían ser extremadamente persuasivos. El desafío final de Kiyomori (que justifica la traducción española del título) es un gesto sin precedentes que ve el nacimiento de la nueva fuerza política de Japón; el samurái.
Parecerá que he andado por las ramas y no he bajado de ellas explicando y comentando el contexto histórico, pero realmente es de lo que habla Mizoguchi, de un momento político y una transición. Es imprescindible entenderlo para apreciar el gran trabajo del director. Pasando por alto la sobreactuación de Raizo Ichikawa, es un imprescindible monumental del género.