He de confesar que he visto esta película por un motivo bastante peculiar: Kozo, de LoveHKFilms, que odia mortalmente a Wong Jing, la ponía más o menos bien. Frente a ese acontecimiento, algo debía tener. Y algo tiene.
La película está dirigida por Wong Ching-Po, director al que le habíamos perdido un poco la vista desde Fu-Bo, Jiang Hu o Ah Sou, hasta que nos soprendió un poco con Revenge: A love story. El guión y la producción corre a cargo de Wong "refritos" Jing. Coge todo lo que puede por ahí (¡hasta a Bruce Lee!) y se lanza, cogido de la mano con Yuen Woo-Ping, a esta película de artes marciales. Por ahí, tenemos también a Sammo Hung, que nunca está de más, y alguna que otra vieja gloria del cine de artes marciales, más otros más recientes.
La historia no puede estar más vista: chico del pueblo de fuerza descomunal (y peinado a lo Bruce Lee), se viene a la capital (Shanghai). Allí conocerá a un tipo que regenta un cabaret y controla media ciudad. La otra está controlado por el Clan del Hacha (sufrido clan habitual en mucho cine de artes marciales desde tiempo inmemorial), que reune a unos abuelitos con ideas turbias. A eso le sumamos una comunidad de pobres y los malditos japoneses y ale, a disfrutar.
La fotografía es realmente extrañísima (pero muy atractiva). La película es casi en blanco y negro (vamos, lo es por momentos) y tiene un ligero tinte de color, que sube o baja de intensidad o se concentra en determinadas cosas (ver imágenes). Supongo que lo habrán sacado de alguna otra, pero la verdad es que le viene bien a la película, que también tiene una ambientación muy cuidada. Las coreografías están muy bien y la lástima es el recurso a los típicos efectos actuales de aceleraciones, deceleraciones y demás. Pero son los tiempos. Aún así, está muy bien.
En fin. No es un películón pero es una buena película. Eso ya la saca de la norma actual hongkonesa. Si os gustan las artes marciales, dadle una oportunidad. Seguramente no os defraudará
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