Pues... qué decir... una de las más injustamente olvidadas películas de Oshima (que en general está bastante olvidado salvo las tres o cuatro que conoce todo dios). En mi opinión, su última obra maestra. Con ella, Oshima se despedía del cine político, al menos apegado a su tiempo (porque El imperio de los sentidos puede considerarse, a su manera, cine político) y lo hacía con una sátira brutal con el contexto de la cesión de Okinawa a Japón, tras la soberanía americana. Pero como los grandes maestros, Oshima no tocó el tema frontalmente, sino que dispuso toda una trama de pasiones ocultas, de la generación de los padres enfrentada a la generación de los hijos. De los que crecieron con la vergüenza de la derrota de la Segunda Guerra Mundial y los que nada sabían de las bombas. En las grandes películas de Oshima siempre hay una tensión no resuelta que es lo que dinamita el drama, pero en esta no queda muy claro si llega a explotar, quizás precisamente porque el director era consciente de que una etapa llegaba a su fin. En cierta manera, certificó ese final con una de sus más absolutas obras maestras, La ceremonia, y esta viene a ser como un apéndice irónico de aquella. Así que, pese a que el gran ripeo de Silien pone los dientes largos, yo no vería esta sin asomarme antes por la otra.
Y bueno, perdonadme por todos estos rollos de cine japonés que os estoy dando, pero Oshima y los grandes directores de los 60 han sido desde hace unos años objeto de obsesión personal por mi parte y me emociono cuando veo que por fin se les da justo reconocimiento a esta generación maltratada. Muchísimas gracias por el ripeo.