Nace el 1 de enero de 1896 en Kogame (Mie) y fallece el 12 de enero de 1982 en Tokio.
Hijo de una familia adinerada, Kinugasa se educó en la prestigiosa escuela privada Sasayama. Luego se trasladó a Nagoya, para comenzar su aprendizaje de actor, completado en 1915, cuando debutó en los escenarios. En numerosas obras de teatro kabuki interpretó papeles de mujer, y formó parte de los llamados onnagata, o intérpretes especializados en roles femeninos.
En 1918 fue contratado en los estudios Nikkatsu, pero dos años después aceptó una oferta más substanciosa de la compañía Makino Kinema. Finalmente comenzó a trabajar en la firma Shochiku, al tiempo que abanderaba un movimiento intelectual que intervino activamente en la polémica en torno a la idoneidad de contratar actrices para los papeles femeninos, lo que desvinculó así el cine de la tradición impuesta por el kabuki.
Sus dos películas más destacables de este período fueron
Una página de locura (1926) y
Cruce de caminos (1928). Particularmente la primera, por su vanguardista tratamiento fílmico, ha logrado un reconocimiento internacional extraordinario. Los acontecimientos de
Una página de locura ocurren en un manicomio. El anciano protagonista es el guardián del centro, que acepta ese trabajo cuando su esposa pierde la razón al ahogarse su hijo pequeño en el cauce de un río. La madre encarna la culpa por la muerte de un hijo a quien, simplemente, no pudo salvar. El padre, a su vez, se entrega a las labores del manicomio entendiendo que es culpable de la demencia de su esposa, a quien no pudo sacar de la desesperación. Llena de secuencias oníricas, casi surrealistas, esta película está considerada la más importante del vanguardismo japonés, y aún se proyecta con regularidad en las filmotecas de todo el mundo.
Si en
Una página de locura la vanguardia se expresa mediante la enajenación de los protagonistas y la yuxtaposición temporal de las secuencias,
Cruce de caminos es un melodrama más convencional en sus contenidos, ambientado en los aledaños de Yoshiwara, el barrio de mala fama del antiguo Tokio. La acción, situada en el siglo XVIII, también gira en este caso alrededor de la idea de culpa. La escenografía se acerca en algún elemento al expresionismo, tendencia artística que, admirada por el cineasta, logró cierto aprecio entre el público japonés.
Buen amigo del actor Kazuo Hasegawa, Kinugasa contó con éste en repetidas ocasiones, tanto en su etapa en la compañía Toho (1939), como durante su período en el estudio Daiei (1949).
Sin lugar a dudas, el film más conocido de este realizador es
La puerta del infierno (1953), cuya trama se desarrolla en el siglo XII, un período caracterizado por la lucha entre clanes. En dicho período Kinugasa ubica una historia de pasión y poder, filmada en color y formato panorámico, lo cual propició su buena acogida en Occidente, gracias en parte a un esteticismo involuntario pero muy apreciado por los espectadores extranjeros. Premiado en el Festival de Cannes, este largometraje concurrió a los Oscar de Hollywood, donde también fue galardonado en las categorías de Mejor Película Extranjera y Mejor Vestuario.
Sobre una de sus obras cumbre, Una página de locura.Para comprender por qué este film es una pieza magistral e imperdible sólo se requiere presenciar los primeros tres planos, que nos arrebatan de nuestros asientos para sumergirnos en un estado alterado ¡así! de sopetón. Pero para tener una ligerísima noción de lo que
Página de la locura conmocionó a Japón en su propia época [cosa que no es nada fácil], es necesario hacer una breve contextualización ya que este film es un verdadero milagro dentro de la industria cinematográfica japonesa. Sin dudas las influencias del cine europeo han abierto la mente a Kinugasa tanto como el cine oriental nos abre la mente a nosotros en la actualidad y sin dudas, éste es un fenómeno a reflexionar.
Hacia 1920 toda peli japonesa debía contener: a. intertítulos explicativos de las líneas de diálogo; b. el gakudan [acompañamiento musical generalmente formado por instrumentos japoneses combinados con piano y trompetas] y c. un Benshi [la herencia directa del teatro Kabuki]. Este Benshi era un actor reconocido que se colocaba frente a la pantalla y contaba el argumento a la audiencia a la par que iba doblando en directo diálogos de los actores en momentos clave [¡el mismísimo origen del vide-o-ke, damas y caballeros!]. De hecho, tan grande era el arte del Benshi que la mayoría de los films se transformaban en mero acompañamiento. He aquí la revolución de Kinugasa: se ha cargado todos los intertítulos del film [posiblemente influenciado por
El último de Murnau, su “peli favorita”], ha limitado la función del Benshi a introducir la historia para luego hacer un humilde mutis por el foro [he ahí la razón por la cual la peli comienza con una laaaaaaarga imagen en negro] y dotó al conjunto de un lenguaje tan enigmático como enloquecedor al combinar magistralmente la temática-estética del expresionismo alemán con el montaje fragmentado de narrativa no-lineal del cine soviético y la música tradicional japonesa con toques distorsionados por la mente de la locura. ¡¿Qué más puede pedirse a un film de 1926?!
Inspirado en la obra de Yasunari Kawabata [premio Nobel 1968], el argumento narra la historia de un anciano que consigue trabajo como guardián en un loquero para estar cerca de su esposa. Años atrás ella había sufrido una crisis nerviosa durante la cual murió su bebé, intentó suicidarse y otra hija logró salvarle la vida justo a tiempo. El marido las abandonó y a su regreso años después, se enteró del arresto de su mujer, presa de alucinaciones. Decide ayudarle a escapar, pero la pobre ni siquiera le reconoce. Al final el anciano comienza a ser víctima también de alucinaciones [nosotros, a esta altura, ya estamos flipando más que los dos juntos, así que...] y su acción lleva a una conclusión tan bella como poética.
Con claros ecos del
Gabinete del Dr. Caligari, el manicomio es el escenario ideal para romper las leyes de la causalidad narrativa y jugar con el punto de vista. El expresionismo de las imágenes desorienta y desestabiliza, la música vuelve exasperantes los brillos de las flautas que sacan chispas contra el metal de los barrotes de la celda; infinitos, infranqueables. Somos prisioneros de la percepción alterada por la magia del cine pura y dura, un verdadero logro cinematográfico, una experiencia que hay que ver.
Para los amantes del Trivia: el fracaso comercial de este film coincide con la puesta de moda del “chambara” [cine de espadachines], y Kinugasa decidió dedicarse a dicho género hasta convertirse en uno de sus maestros. En 1971, 45 años después de haber rodado
Página, Kinugasa encontró en el almacén de su jardín el negativo y una copia de la película, que restauró para el bien de todos [ya que es la única versión que aún circula]. Le faltan 500 mts., pero compensa con la fantástica banda sonora que Kinugasa agregó al original.
copiado de
http://www.mad-actions.com/